Con cierto pavor en algunos momentos de la vida uno observa cómo ciertos individuos del panorama artístico se empeñan en poner en cajas cosas que no deben de estar encajadas.
No sin cierto miedo, y miedos por parte de estas personas se denota un cierto revanchismo por el tipo de magia que uno hace y cómo se habla de depende que magos.
Cosas como “Este es un mago de cerca”, no sé que nos tiene que decir tal o cual mago “si es de escena” o “pero este mago hace cerca, el no puede asesorar números de escena” o el que me encenta “la magia de cerca es para aficionados y la escena para profesionales” y similares…

Que conste y lo digo desde ya, me considero mago de salón, hago mucha magia de Salón, porque creo que tiene los componentes adecuados, juega con las ventajas de la magia de cerca y con las ventajas de la magia de escena, por desgracia, también con lo malo de las dos masificaciones, lo cual se tiene que mirar. Pero el hecho de hacer este tipo de magia es por elección, no porque considere que la magia de Salón este por encima de las demás facetas, sino porque considero que haciendo ese tipo de magia, juego con ciertas ventajas frente al público.
Es una pena ver como este tipo de comportamientos, los de encajar me refiero, lo único que producen es separar, dividir y no aportan ningún tipo de valor sobre la faceta artística que desarrollamos.
Un mago, será un mago, no sé que extraña motivación e intereses ocultos existen en que el mago de escena solo puede hacer escena es considerado de un status superior (y luego no sabe ni coger una baraja en algunos casos, lo cual juega en su contra) y el mago de cerca parece que le da urticaria poner unas luces en el escenario para vestir un poco la escena y enterarse un poco de los elementos que juegan en un escenario a nuestro favor, y que tiene que vestirse para que nos e vea una caja vacía e inmensa que lo único que produce es desasosiego en el espectador por la propia sintaxis de la imagen que se va a transmitir.

El verdadero leitmotiv de ambos debería de ser la magia y lo más importante e interesante para conseguir sería cada vez mejores efectos y mayor desarrollo de la magia en concreto.

No veo ningún tipo de valor añadido a tener una división entre los magos, muchas veces esta división viene originada por los concursos, que se mal interpreta la motivación de los mismos. A fin y al cabo un concurso es la representación de los mejores ejemplos de números del panorama nacional, pero bueno, esto lo desarrollaré más en otro artículo que estoy preparando sobre los concursos en particular y porque no deben ser tomados muy en serio estos premios, o si…

Yo no veo, por ejemplo, a la gente de teatro estableciendo una división dependiendo del estilo de obras y su masificación en los espectadores, quitando valor (y el problema no es la división en si misma, sino el valor que le otorgamos), por ejemplo, a la gente que hace microteatro, o a los músicos diciendo que un cantautor es un pringi que va a lo fácil por pretender conmover a sus espectadores en cada concierto, sino al revés, precisamente le dotan de un un valor y lo que se juzga no es la masificación de espectadores, sino la calidad artística, y es en este punto donde se debería de establecer el valor en lugar de pretender llevarla al otro terreno, que no es más que intentar explicar a ternero, porque debe de comer fitoplancton.

 

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Por suerte cada vez tenemos más ejemplos en los que se busca la magia, antes que la división de la especialidad, viéndose ejemplos como el de Jason Latimer, mago que me gusta mucho por sus presentaciones originales, que tan pronto te hace una rutina maravillosa de Escena con manipulación, cómo te presenta una rutina de magia de cerca bien armada y completamente desarrollada, y no en vano en la FISM se llevo sendos premios.

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Y hoy día se ve como algunos intentan dividir a los magos por especialidades, sin valorar la capacidad artística de los mismos llevando el discurso a la parte más simple del mismo en un sentido totalmente opuesto a la construcción, y por ende, haciendo flaco favor a nuestra faceta artística.
Y es que el verdadero valor, creo yo, debería de ser la magia como fin, y no enclaustrarse en posiciones encajonadas, que lo único que hacen a corto y largo plazo es impermeabilizar la transmisión de conocimientos, y esto, es contraproducente para cualquier faceta artística, se mire por donde se mire.

Es por ello que considero que cruzar esa línea roja de dividir la magia por el tipo de magia que se presenta en base al público al que va dirigido, cuando lo único que cambia es la mayor verticalización de la misma (puesto que a día de hoy se puede masificar muchísimo una actuación de cerca sin estar atados a la visión de dos o 6 espectadores escogidos en escena para que transmitan ese asombro que nos tenía acostumbrados René Lavand) es más un error e intentar ponerle un límite al mago, cuando la magia, en general debería de ser lo que prime  por encima de todas las cosas.

Y la verdad es que es para pensarselo.